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Durante un viaje psicodélico, lo que ocurre en el cerebro es a la vez fascinante y misterioso, un proceso que Michael Pollan describiría con una mezcla de curiosidad científica y reverencia por el misterio de la conciencia humana. En su libro “Cómo cambiar tu mente”, Pollan nos invita a adentrarnos en el mundo de los psicodélicos con una mente abierta y una voluntad de explorar lo desconocido.

Imagina que tu cerebro es una red de autopistas bien trazadas, donde la información viaja de manera eficiente y predecible. Cuando consumes una sustancia psicodélica, como el LSD o la psilocibina, es como si una tormenta eléctrica inundara esa red, iluminando caminos que normalmente permanecen en la oscuridad. Las autopistas se convierten en senderos desconocidos, y la información empieza a fluir por rutas no convencionales.

Uno de los efectos más destacados es la desintegración de la “red por defecto” o “default mode network” (DMN). Esta red es responsable de nuestra sensación de ego y nuestra narrativa interna, esa voz en la cabeza que nos dice quiénes somos. Bajo la influencia de los psicodélicos, la DMN se desconecta, permitiendo que partes del cerebro que normalmente no se comunican entre sí lo hagan de manera libre y espontánea.

Pollan describe este fenómeno como una desestructuración del ego, una disolución de las fronteras que normalmente separan el “yo” del “otro”. En lugar de operar desde un centro de control fijo, el cerebro comienza a funcionar de manera más holística, permitiendo una mayor integración de experiencias sensoriales y emocionales. Esta es la razón por la cual los viajes psicodélicos a menudo se describen como experiencias de unidad, donde la separación entre uno mismo y el mundo exterior se difumina.

Además, durante un viaje psicodélico, el cerebro entra en un estado de plasticidad aumentada, lo que significa que se vuelve más capaz de reorganizarse y formar nuevas conexiones. Esto puede abrir la puerta a nuevas formas de pensar y percibir el mundo, permitiendo una reevaluación de viejos patrones y creencias. Pollan nos recuerda que este estado de plasticidad es una oportunidad, un momento en el que el cerebro está especialmente receptivo a la transformación y el cambio.

En última instancia, lo que sucede en el cerebro durante un viaje psicodélico es una danza compleja entre la química y la percepción, una apertura temporal a formas de ser y entender que están más allá de nuestra experiencia cotidiana. Pollan sugiere que, al explorar estos estados alterados de conciencia, podemos obtener vislumbres de lo profundo y lo sublime, y quizás, una comprensión más rica y matizada de nosotros mismos y del mundo que nos rodea.

Los científicos no pueden decir con certeza qué sucede en el cerebro después de tomar una dosis completa de psicodélicos, o precisamente por qué parece producir experiencias tan profundas que alteran la vida.

Lo que sí saben, dijo David Nutt a Business Insider en enero, es que en un viaje psicodélico, “los centros normales que controlan y regulan la función cerebral se alteran. Hay una conectividad mucho mayor: partes del cerebro que rara vez se comunican entre sí… hablan entre sí”.

Durante un viaje psicodélico, ciertos circuitos cerebrales se debilitan mientras que otros se activan. El circuito que conecta el parahipocampo y la corteza retroesplenial (una red que se cree que desempeña un papel en nuestro sentido de identidad o ego) parece estar atenuado durante un viaje. Y desinflar el ego, parece hacer que las personas se sientan más conectadas con el entorno que las rodea.

“El sentido normal de uno mismo se rompe y se reemplaza por un sentido de reconexión con uno mismo, los demás y el mundo natural”, dijo Robin Carhart-Harris, quien realizó el primer estudio que tomó imágenes de un cerebro sano en una dosis que induce un viaje. del LSD, dijo en una conferencia en 2013.

Experiencias profundas que alteran la vida.

Los científicos no pueden decir con certeza qué sucede en el cerebro después de tomar una dosis completa de psicodélicos, o precisamente por qué parece producir experiencias tan profundas que alteran la vida.

Lo que sí saben, dijo David Nutt a Business Insider en enero, es que en un viaje psicodélico, “los centros normales que controlan y regulan la función cerebral se alteran. Hay una conectividad mucho mayor: partes del cerebro que rara vez se comunican entre sí… hablan entre sí”.

Durante un viaje psicodélico, ciertos circuitos cerebrales se debilitan mientras que otros se activan. El circuito que conecta el parahipocampo y la corteza retroesplenial (una red que se cree que desempeña un papel en nuestro sentido de identidad o ego) parece estar atenuado durante un viaje. Y desinflar el ego, parece hacer que las personas se sientan más conectadas con el entorno que las rodea.

“El sentido normal de uno mismo se rompe y se reemplaza por un sentido de reconexión con uno mismo, los demás y el mundo natural”, dijo Robin Carhart-Harris, quien realizó el primer estudio que tomó imágenes de un cerebro sano en una dosis que induce un viaje. del LSD, dijo en una conferencia en 2013.

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